[Tarantino-Manía] «Perros de la Calle»: El inicio de un icónico estilo

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Quentin Tarantino es ciertamente uno de los directores de mayor influencia y renombre en Hollywood. Con una filmografía que recién llega a su novena entrada este año con «Érase una vez… en Hollywood» («Once Upon A Time…in Hollywood»), este cineasta ha marcado la cultura pop del cine con cada una de sus películas a lo largo de 27 años. Es por eso que en Cinebooom queremos hacerle (y por «queremos» me refiero a que «yo personalmente quiero hacerlo con toda mi alma») un homenaje a su trabajo al reseñar cada una de sus películas, partiendo por su grandiosa opus de 1992, «Perros de la Calle» («Reservoir Dogs»), la cual fue responsable de poner en el mapa al reconocido «Rey del Diálogo».

Sinopsis: Una banda organizada es contratada para atracar una empresa y llevarse unos diamantes. Sin embargo, antes de que suene la alarma, la policía ya está allí. Algunos miembros de la banda mueren en el enfrentamiento con las fuerzas del orden, y los demás se reúnen en el lugar convenido. El tiempo se agota y nadie puede confiar en nadie. La gran pregunta a responder es: ¿quién fue la rata?

«Perros de la Calle» es probablemente mi película favorita de Tarantino. No porque crea que sea la mejor que ha hecho (lejos de serlo) sino porque es un testamento sobre cómo el director es capaz de lograr mucho a partir de muy poco. La cinta fue hecha de forma independiente con un presupuesto bastante modesto, y sin embargo, fue la apta dirección del cineasta y su diálogo bien formado, lo que dio como fruto una producción icónica que fundó todas las bases por las que el director luego sería reconocido.

Tarantino es reconocido por ser un cinéfilo que hace cine sobre cine, ya que su conocimiento del mismo es tan amplio, que todas sus películas rinden homenaje a un género particular. En esta ocasión, el tributo es al cine criminal de gangsters y mafiosos, y aún siendo una cinta que fue lanzada poco después del éxito que fue «Los Buenos Muchachos» de Martin Scorsese (1990), no deja de destacar como una de las entregas del género más icónicas que existen (tanto de la década como históricamente).

¿Qué es lo que hace de esta cinta una tan única? Pues, el hecho de que el director sabe perfectamente el valor de que «menos es más». Nos vemos frente a una historia sobre un fallido robo a una tienda de diamantes, pero nunca vemos la acción de los acontecimientos, sino que construimos la narrativa con el antes y el después, uniendo los puntos entre medio, y dándonos cuenta de que incluso los hitos de mayor acción pueden ser irrelevantes dentro de la historia (tanto así que uno ni siquiera siente el anhelo por ver dicho atraco).

Desde la primera escena la película emana diálogos icónicos, partiendo con una explicación inolvidable del famoso tema «Like A Virgin» de Madonna, y cerrando con el nacimiento en la cultura popular del concepto del «violín más pequeño del mundo» (sí, tan icónico es que hasta Bob Esponja le hizo referencia en algún momento); con ese punto final se da paso a la intro de la película que demuestra que se puede lograr algo cool con un concepto sumamente simple y una banda sonora que tenga a la audiencia moviendo la cabeza al son del ritmo (cosa que se volvió firma del director en todas sus cintas).

Todo lo que viene de ahí en adelante es un increíble ejercicio narrativo en tensión, donde cada personaje es relevante por su pasado (no por su presente), y donde la exposición argumental de cada uno de ellos es la suficiente para darles caracterización pero mantener el misterio a flote detrás de cada uno de ellos; y eso también es algo por lo que Tarantino es famoso: sus personajes son memorables, tanto por lo que sabemos de ellos, como por lo que sólo podemos imaginar sobre ellos.

La cinta también cuenta con increíbles actuaciones, especialmente las de Tim Roth («Lie To Me») como Mr. Orange y la inolvidable interpretación de Michael Madsen («Fuerza Y Honor») como Mr. Blonde, que lo catapultó a la fama durante los 90′ después de su tremendo despliegue en la icónica escena de tortura que hay en la película.

Asimismo, la cinematografía de la película también marcó los primeros precedentes de varias de las tendencias fílmicas de Tarantino, desde la cámara que graba alrededor de la mesa de forma constante en la primera escena de la película, al igual que la primera toma desde dentro de la cajuela de un auto (que luego el director usaría varias veces en sus siguientes películas). Ideas brillantes en un ambiente minimalista que ayudaron a componer la firma del cineasta.

«Perros de la Calle» es una película llena de humor, tensión, giros y una tremenda banda sonora. Con una duración que no pasa de los 100 minutos, la primera película de Tarantino es un diamante en bruto que prendió la mecha para el mar de éxitos que el director traería a futuro y cementó su estilo de culto para siempre. Por eso, siempre estaré agradecido ante este imperdible título (y si no les gusta, hay una sonata en el violín más pequeño del mundo que es sólo para ustedes).

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