[Reseña] “Día de la Independencia: Contraataque”: 20 Años de la Fórmula Emmerich

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Roland Emmerich siempre ha sido todo un personaje cuando se trata de sus películas. Desde que partió en la industria fílmica internacional con “Soldado Universal” (1992) hace ya 24 años, el director alemán dejó claro que lo suyo eran las producciones de alto presupuesto y acción, y baja narrativa y desarrollo. Se dedicó a arrasar al mundo con monstruos (“Godzilla” – 1998), con el clima (“El Día Después de Mañana” – 2003) e incluso con el calendario maya (“2012”- 2009); pero entre toda esa destrucción, su obra maestra por definición fue “El Día de la Independencia” (1996), la película que lo cementó como director de nombre y que deslumbró con sus efectos especiales, sus personajes prototípicos pero bien logrados, y su nostálgica y ridícula noción patriótica, recaudando un total de $817.4 millones de dólares alrededor del mundo. Ahora en 2016, se cumplen 20 años desde esa primera parte, y Emmerich nos entrega una secuela a su proyecto más exitoso, y trae consigo todo lo que podríamos haber esperado.

Sinopsis: “El Día de la Independencia: Contraataque” ocurre 20 años después de los sucesos ocurridos en la primera parte, y nos encontramos en un planeta tierra que ha alcanzado un increíble desarrollo tecnológico a partir de la tecnología alienígena que pudieron recolectar después de la victoria de la raza humana en la guerra extraterrestre de 1996. Sin embargo, los humanos ignoraron por completo que los aliens no habían sido del todo derrotados hace ya tantos años, y la verdad de las cosas fue que alcanzaron a enviar una señal de socorro en sus últimos momentos, dando una alerta que sería el gatillante de un contraataque mucho más grande que el que ya se había vivido, y para el cual, a pesar de todos los avances de nuestra especie, puede que no estemos preparados.

 

Basta con conocer al director para saber a qué es lo que nos estamos metiendo; una excusa narrativa que se sostiene en lo mínimo para poder entregar un espectáculo de efectos visuales, humor en el estilo norteamericano más tradicional, y momentos ridículamente patrióticos que no hacen más que gritar “America F*k Yeah!”. Y por más terrible que esto suene, no deja de ser un espacio sumamente entretenido para deslumbrarse ante lo que el cine puede lograr en lo visual, y apagar un poco el switch de lo reflexivo e introspectivo.

Todos los actores presentan una química suficiente para acarrear la película, lo cual no es mucho decir en vista de que –si vieron la primera parte- no tienen una mayor tridimensionalidad; pero hay que destacar que los que se roban la película son Jeff Goldblum como el científico David Levinson; Bill Pullman como el ex presidente Thomas Whitmore, y Brent Spiner como el excéntrico Dr. Brackish Okun. ¿Qué es lo que estos personajes tienen en común? Todos aparecieron en la entrega anterior, y por ende, sabemos qué esperar de ellos: todo lo que nos gustó de la primera parte en cuanto a personajes; su humor, carisma, y todo ese patriotismo que llega a la médula. Los nuevos artistas, si bien en su mayoría son conocidos (Liam Hemsworth de “Los Juegos del Hambre”, y Maika Monroe de “Te Sigue”, entre otros), no aportan nada nuevo aparte de lo que uno esperaría, y en la verdad no tienen el impacto memorable que tuvieron los de la primera parte.

Como destaqué anteriormente, la película es una excusa para mostrar destrucción masiva con toda la maestría que nos pueden ofrecer los efectos especiales de hoy en día; y en eso no defrauda en lo absoluto. Cada escena de acción te mantiene pegado a la pantalla, tal como ocurrió en la primera parte. Como toda secuela, las apuestas deben duplicarse, y eso se nota con crecer; ya en los primeros 20 minutos, empieza un nivel de destrucción en una escala a nivel mundial, lo cual encontré en cierta manera refrescante, ya que se dista un poco de la narrativa tradicional en donde cada escena de acción escala en magnitud mediante la película avanza; aquí hay una magnitud constante en el nivel de destrucción y rango, lo cual no hace más que robar el aliento.

Ahora, si bien le he dado varios puntos a favor a la película ya que la veo como un producto de mera entretención y no como una apuesta revolucionaria, si hay un gran punto que encuentro que le juega en contra, y que la mantiene de estar al nivel de su clásica antecesora. El gran problema de esta película es que juega mal con sus tiempos; con esto me refiero a que hay muchos personajes conocidos que nos dejan en esta entrega (lo cual es de esperarse, no mucho spoiler que digamos) y esos momentos de silencio, de reflexión narrativa, no están en lo absoluto; lo cual hace que uno pierda en parte el poco interés emocional frente a los personajes y la historia; y eso es lo que hace TODA la diferencia en películas de este tipo. ¿Recuerdan al borracho que se sacrifica para salvarnos a todos en la primera película?; tenemos un intento de eso aquí, y debería ser importante, pero a falta de momento, no logra el mismo impacto.

En resumen, “Día de la Independencia: Contraataque” es una película que no es una obra de arte en ningún sentido, y pierde algunas de las cosas que hicieron de la primera parte un clásico; pero no deja de ser una experiencia muy entretenida en el cine para ver con ya sea la familia, la pareja, los amigos, etc… Hay que estar muy perdido para entrar a ver algo cuyo afiche tiene una nave espacial gigantesca flotando sobre la tierra, y esperar un nuevo hito en el cine de ciencia ficción; este no es el caso, y no hay nada de malo con ello, pero hay que tomarlo en cuenta. Por ningún motivo es una película buena en el sentido objetivo, pero que algo sea bueno o malo jamás ha sido condición para que algo sea o no sea entretenido.

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