[Reseña] “Beau Tiene Miedo”: Sumérgete en una pesadilla de colores, paranoia y ansiedad

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La nueva obra del genio del terror Ari Aster [el cineasta detrás de “Hereditary” (2018) y “Midsommar” (2019)] ha dado mucho de qué hablar. Y es que la mente del director parece tener infinitos rincones oscuros en los que hurgar a la hora de crear obras cinematográficas, y sin lugar a dudas “Beau Tiene Miedo” (Beau Is Afraid) viene de uno de los más recónditos y sombríos.

Sinopsis: Beau (Joaquin Phoenix), es un hombre cuyos miedos y paranoias se harán realidad al aventurarse en una épica odisea para llegar a la casa de su controladora madre. 

Advierto desde ya que la única forma de referirnos a esta cinta es siendo descriptivos, y aún así no hay forma en que podamos hacerlos imaginar o esperar lo que verán cuando se sienten frente a la pantalla.  Más que una cinta, “Beau Tiene Miedo” (Beau Is Afraid) se expresa por muchos como una «experiencia», a lo que me sumo completamente. En la pantalla vemos reflejados los constantes miedos que definen y deforman la realidad que vive Beau, un hombre cuya mente perturbada lo aleja del plano consciente para sumergirlo en uno en donde la ansiedad, el terror y la demencia definen sus vivencias, que son muy palpables y que se transmiten a la perfección al espectador, causando una sincronía con las imágenes que nos hacen experimentar mucho más que simplemente atestiguar. 

La película atraviesa por distintos fragmentos definidos por diferentes estados psicóticos del protagonista, saltando de un terror a otro, en donde no tenemos que «imaginar» lo que ve o siente, si no que somos testigos directos de esta «realidad», que tiene pequeñas luces de verdad que contrastan enormemente con lo que se expone por parte de Beau, y que funcionan como «golpes de alerta» para despertarnos de este constante trance. Esta forma de presentarnos la historia, pese a entregarnos una guía muy clara, deja mucho espacio para la interpretación o experimentación a través de nuestras propias vivencias o visión del mundo. Todo esto que parece (y es) sumamente intenso, se aligera con toques de una comedia oscura y ácida, que provoca que las risas salgan incómodas, breves y torcidas.

Joaquin Phoenix (Joker) nos deleita con una actuación magistral que transita por incontables lugares y emociones, guiándonos a través de una cinta a ratos confusa, siempre delirante y angustiante, la que protagoniza no solo a través de su actuación, si no que dirige a través del sentir y pensar que recorre a su personaje.

La cinta contiene un segmento de animación que estuvo a cargo de los realizadores chilenos  Cristobal Leon y Joaquín Cociña, conocidos por ser los directores de «La Casa Lobo». Esta colaboración empuja los límites de lo que se conoce en el mundo del terror, evidenciando nuevamente el hambre de Ari Aster por desafiar lo establecido como correcto o  posible dentro del género de terror, esta vez a través de los colores vibrantes y la animación, elementos que es capaz de incorporar sin alejarnos ni siquiera un segundo de ese ambiente angustiante y trastornado.

Esta vivencia sumamente inmersiva es reforzada por el trabajo de cámara y por la hipnótica banda sonora que hacen del film una experiencia tan angustiante que se vuelve algo difícil de describir y recomendar, pero que de todas formas no nos arrepentimos de atestiguar y que si tu eres amante del cine, debes probar. 

Una experiencia interesante será sin duda comentar o compartir una vez finalizada la cinta, pues es difícil definir cada una de las experiencias o escenas de las que hemos sido testigos, así como de sus planteamientos respecto a las relaciones familiares (especialmente el vínculo materno),  la masculinidad, el amor, entre muchas otras cosas. Además, ciertamente la película sigue tomando sentido con la distancia y la revisión una vez alejados de la sensación ansiosa a la que nos someten las imágenes. 

Ahora, como lo he descrito, la película requiere un cierto (alto) grado de compromiso con el trabajo del director, su trayectoria y su propuesta, ya que nos demanda entregarnos a una cinta caótica y exigente emocionalmente, pero que fácilmente podría saturar a cualquiera con su duración (2 horas y 59 minutos) o lo poco lineal de su forma. No puede existir una opinión final o definitiva sobre esta cinta, más allá de que ciertamente provoca y redefine los límites de lo que es posible o permisible en el mundo del cine y del terror, y que genera una invitación a todo aquel que disfrute del cine provocador y poco clásico para explorar nuevos territorios y experiencias. 

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