[Reseña] La fiesta de las salchichas: Sexo, drogas y ateísmo al estilo Rogen

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La fiesta de las salchichas (Sausage Party) podría ser una película más de Pixar o DreamWorks, un mundo idílico, un gran supermercado donde los productos, en su mayoría alimentos, simplemente felices e ingenuos cantan cada mañana. Pero «gracias a dios» (así mismo, entre comillas y con minúscula) el lenguaje y la brutalidad nos hacen entrar a una comedia adulta sin pudor ni pelos en la lengua.

Los alimentos temen por su fecha de vencimiento, y obran bien a la espera que los dioses (nosotros los humanos) los saquen de este mundo terrenal para llevarlos al paraíso. –¿Les recuerda algo?– Exacto, porque el universo en el que se desarrolla la película, es una gran sátira de la religión; de lo más absurdo y negativo que la rodea: la división, el odio, el miedo y la represión.

Si algo hemos aprendido de Studio Ghibli, es que la animación no es un género, es un medio. Y si el dar conciencia y sentimientos a seres inanimados parece no ser una idea tan nueva, el transformar la caída de los alimentos en una escena sacada de un bombardeo de guerra, o calentar nachos al microonda y freír tocino derechamente en cine gore, es una verdadera genialidad. Al igual que Deadpool o Guardianes de la Galaxia para el cine de superhéroes, La fiesta de las salchichas cambia el paradigma occidental en lo que ha películas de animación se refiere.

«A la gente le gusta proyectar sus emociones a las cosas que les rodean: sus juguetes, sus coches, sus mascotas… Así que pensamos: ¿qué pasaría si nuestra comida tuviera sentimientos? Rápidamente nos dimos cuenta que sería muy jodido.»- Seth Rogen.

Frank (Seth Rogen), una vienesa o salchicha para los puristas, comienza a cuestionarse el mundo que lo rodea y el celibato que lleva con su novia Brenda (Kristen Wiig). luego de las advertencias de una Mostaza con Miel (Danny McBride), sobre la verdadera identidad de los dioses. La sátira del mundo moderno también se hace presente en otros personajes: El conflicto entre Sammy Bagel, Jr. (Edward Norton) y Vash (David Krumholtz); un bagel (Israel) y un lavash (Palestina). Una botella de Aguardiente (Bill Hader), un nativo americano que fuma marihuana predicando su propio evangelio, junto a un montón de productos que representan sus pueblos de origen, ahondar más sería matar la sorpresa, porque el supermercado es un universo único y muy bien logrado.

Creada por Seth Rogen (Superbad), Evan Goldberg (This is The End), y dirigida por Conrad Vernon (Shrek) y Greg Tiernan (Thomas y sus amigos), es todo lo que podíamos esperar, una película para adultos  con humor políticamente incorrecto, disfrazada de una historia animada aparentemente simple, porque es de esas películas que te hacen analizar lo que viste cuando ya terminó la película. -Aclaremos: No estamos frente a La Isla Siniestra, pero creo que se entendió la idea.-

Quizá uno de los puntos más bajos, que no es problema de la película, es la  traducción y el subtitulado, que hace perder a un guión muy inteligente, demasiados chistes, referencias y juegos de palabras entre productos, como el holocausto de los jugos (Juices/Jews/Judíos) o el apodo del villano de la película, la Ducha Vaginal (Nick Kroll) o Douche (douchebag, que significa cretino), así que, si pueden, aprovechen de que en algunos cines se encuentra subtitulada y opten por verla en su idioma original. 

Mucho (tal vez demasiado) sexo, algo de violencia posmoderna, demencial e iconoclasta, crean una divertida ecuación. Muy parecido en algunos pasajes a lo que nos ha mostrado South Park, guardando las diferencias.

A los ya mencionados, se suma un elenco de lujo Jonah Hill, James Franco, Michael Cera, Paul Rudd y Salma Hayek.

La fiesta de las salchichas, una animación que definitivamente no es para niños, está ya con su particular humor en cines a lo largo del país.

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