[Reseña] “Tony Manero”: Todos somos fanáticos

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Todos queremos ser como nuestros ídolos, lucir como ellos, hablar como ellos, aprendernos sus modismos y coreografías. ¿Pero en qué punto el fanatismo se vuelve una obsesión peligrosa?

Pablo Larraín nos muestra el lado oscuro de un aficionado, un hombre cuyo ídolo se vuelve un modo de vida y un objeto de adoración que a toda costa debe imitar.

Sinopsis: Santiago de Chile, 1978. En medio de un difícil contexto social, la dictadura de Pinochet, Raúl Peralta, de unos cincuenta años, está obsesionado con la idea da interpretar a Tony Manero, el personaje de John Travolta en “Fiebre del Sábado por la noche”. Sus ansias de interpretar a su gran ídolo y su anhelo de ser reconocido como una estrella del mundo del espectáculo a nivel nacional le empujan a cometer una serie de crímenes y robos.

La evolución de una obsesión es lo que da forma a esta historia que nos ubica en una época sumamente difícil de la historia de Chile. Ubicándose en Santiago, año 1978, pleno tiempo de la dictadura militar. Época delicada, un sinfín de hechos macabros que, sin duda alguna, nadie quiere vivir o recordar.

Dado este contexto cada quien buscaba su forma de evadir la realidad, un alivio para el dolor, y en el caso de Raúl, Tony Manero era la respuesta. Así, Raúl está obsesionado con volverse igual a su ídolo, Tony Manero, y esta manía enfermiza lo lleva al límite de la cordura obligándolo a cometer actos impensados para un hombre en sus cabales.

Eso es lo que nos muestra esta cinta, una ciudad entera adormecida por las pildoritas sociales de las películas y los programas de talentos, manteniéndolos mansos ante un sistema gubernamental que los sometía a grandes sufrimientos, a niveles tan insanos como se refleja en Raúl.

Una droga que alivia su dolor de vivir en esa realidad, una a la cual él se volvió adicto y está dispuesto a todo por conseguir el éxtasis mayor, robando, saboteando a sus pares e incluso asesinando.

Así de cruda y triste es la realidad de Chile, o al menos lo fue en algún momento. “Tony Manero”, es un recuerdo de lo que podemos llegar a ser capaces de hacer si no controlamos la obsesión. Es un espejo el cual miramos luego de caer en la adicción de eludir nuestra propia realidad.

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